jueves, 17 de abril de 2014

LA CHIPRIOTIZACIÓN DE UCRANIA


"Las relaciones entre la UE y Rusia deberían ser al menos como las que la UE mantiene con EEUU", dijo José María Gil Robles, ex-presidente del Parlamento Europeo respondiendo a una pregunta escolar, en el IES Fray Diego Tadeo de Ciudad Rodrigo, en diciembre de 2013. 
Este deseo del europarlamentario del Partido Popular no solo no se ha cumplido sino que se ha esfumado tras la "crisis de Ucrania". Era un deseo compartido por buena parte de los analistas internacionales. Rusia y la UE están "condenados a entenderse". 
La "condena" se fundamenta en una necesidad económica complementaria. La lógica de la relación también lo es en términos culturales e históricos porque Europa sin Rusia no es Europa.
Para saber quién impide la cooperación en Europa es necesario mirar hacia Occidente Medio. Allí, EEUU y a través suyo, la Alianza Atlántica, ve con temor cualquier posibilidad de acercamiento entre la UE y Rusia porque piensa, con razón, que eso supondría una merma en su capacidad para intervenir en Europa (y Oriente Próximo). En ese sentido la crisis de Ucrania les beneficia muchísimo precisamente porque distancia a Rusia de la UE.

La situación en Chipre es bastante parecida a lo que puede ser el futuro de Ucrania. Actualmente, Chipre está dividida en dos, una parte griega perteneciente a la UE y otra, turca, independiente, pero bajo control de Turquía.
En 1974, Grecia, bajo una dictadura militar en crisis, propició un golpe de Estado en Chipre contra el Arzobispo Makarios III, líder político desde la descolonización de Chipre del Reino Unido en 1960. Turquía reaccionó enviando fuerzas militares en apoyo de los turco-chipriotas lo que, finalmente, acabaría con la dictadura militar en Grecia, pero dividiría Chipre definitivamente.



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